Acoso moral: Cada vez más conectado, cada vez más solos
La psicoanalista francesa Marie-France Hirigoyen , conocida por su categoría de las relaciones disfuncionales en el acoso moral , advierte en su obra «Las nuevas soledades» sobre una paradoja visible en las actuales, donde los individuos participan de una mayor interacción social y al el mismo tiempo que se percibió cada vez más solos.
La autora sostiene en su obra -escrita en 2009 y relanzada en estos días por el sello Paidós- que este fenómeno ha sido disparado por una intensa mutación (todavía en curso) en las relaciones entre hombres y mujeres, quienes reaccionan de manera diferente frente a la nueva, de la soledad.
Hirigoyen aclara que no toda la clase de aislamiento es agobiante, ya que puede funcionar como fuente de inspiración: la soledad escogida -indica- sin dejar de estar disponible para el otro, es una fuente de plenitud, un medio para salir de la superficialidad de una sociedad dominada por el narcisismo y el culto a los resultados.
«Quienes han elegido la soledad son más exigentes con la calidad de las relaciones que mantienen con los demás. de relación más íntimos, de solidaridad, de amistad: relaciones desinteresadas, solo por el placer de estar juntos «, afirma.
Hirigoyen ha hecho eventos importantes al conocimiento de una serie de fenómenos sociales propios de las sociedades modernas. Fue la creadora del concepto de » acoso moral » -una definición que dio la vuelta al mundo- y su ensayo homónimo, publicado en 1998, vendió 450.000 ejemplares en Francia y fue traducido a 24 idiomas y tuvo dos secuelas ensayísticas, dedicadas al acoso moral en el trabajo y la violencia en la pareja.
En Las nuevas soledades , la psicoanalista indica que la soledad es una de las enfermedades más sigilosas de la era moderna y una de las menos conocidas, toda una paradoja para un tiempo en el que las interacciones entre individuos son cada vez más constantes y complejas.
«En el siglo XVIII se asistió al surgimiento del amor romántico, que se presentaba como un amor ‘feminizado’. Desde entonces, la gente se casa con más frecuencia porque ama, se pone por delante el amor y, si es posible, el «Gran amor» «, afirma la autora.
«A partir de la década de 1950, el modelo burgués del matrimonio pasó de un contrato que unía dos familias para el control de la descendencia y el reparto del patrimonio -sin obligación de vínculo amoroso- a una obligación de intimidad y de amor», rastrea Hirigoyen.
La ensayista indica que esta noción se transformó a partir de la década del 90 con el cuestionamiento hacia el hábito del casamiento. «La institución ya no es el matrimonio, sino el amor; los sentimientos se sitúan en adelante en el centro de la relación … La exigencia de este amor debilita a la pareja, porque si la relación se construye solo sobre los sentimientos, es difícil que aguante el paso del tiempo «, dictamina.
E sta sobreexigencia se ha complicado por el crecimiento del individualismo y las actitudes narcisistas en las sociedades contemporaneas, donde el amor se ha colocado en el centro de la relación «no es la mayoría de las veces más que un amor narcisista: amo a esta persona porque amo la imagen de mí mismo que él o ella me devuelve «.
«Esta sobrevaloración del amor es la más grande de las reacciones frente al mundo individualista al que difícilmente se adhiere. Se puede ver en ello, en cierto modo, un anhelo de autenticidad y de verdad frente a la mentira y el cinismo. : es un medio para reanudar el vínculo con una sociedad que nos defrauda «, señala.
Para Hirigoyen, los cambios en el mundo del trabajo han destruido la dimensión que puede permitirse en la vida profesional.
Cuando no hay más en el lugar en el que el trabajo se haya visto afectado, cuando se tiene el sentimiento de no poderse tener en cuenta en ninguna parte y no se puede inventar nuevas formas de sociabilidad al margen de las relaciones de pareja, «al menos cabe la esperanza de ser único como mínimo para una sola persona».
L a ensayista relativiza los alcances del amor en una sociedad que describe como el débil en el sentido de compromiso («yo te amo» significa «te amo en este momento») y postula que en definitiva el problema no es el encuentro, sino la la duración de la vida en común.
Más adelante, también tiene la vulnerabilidad de los hombres en lo que los lleva a la vida en pareja, que les otorga seguridad, una conquista que es despreciable en un mundo que les inculca dominante y no dudar de su poder.